(Zaragoza, 18-VIII- 1850 - Madrid, 13-XI-1903) Escritor, compositor, actor y cantante. Se inició en la vida teatral de la mano de su tío, Julián Romea Yanguas, también famoso comediante del siglo XIX.
Como actor de carácter debutó bastante joven; hacia 1877 se le recuerda ya por su interpretación de uno de los loqueros del drama en verso de José Echegaray, O locura o santidad. No obstante y aun cuando participó durante largas temporadas en obras y comedias de teatro tradicional, sus mayores éxitos y en los que alcanzó la cima de la popularidad fue en la zarzuela , fuese grande o chica.
Dotado de buenas dotes interpretativas aunque de una voz de difícil clasificación lírica, según describía un contemporáneo, sacó un buen partido a esta cualidad representando con gran éxito a personajes cómicos, que a su vez fueron ejemplo para otros, como al inglés de La Viejecita, el italiano de El barbero de Sevilla, el abuelo de El guitarrico, el sargento de Gigantes y Cabezudos o el bailarín de La Boda y El Baile de Luis Alonso, zarzuelas que él estrenó.
Aunque por su gracejo y acento andaluz mucha gente creía que era sevillano, en Zaragoza siempre se supo y se presumía del hecho de que hubiera nacido en la ciudad del Ebro, circunstancia que parece tampoco él olvidó, a pesar de ser algo casual por las obligaciones de destino militar de su padre; por esos mismos motivos pronto se habían trasladado a Sevilla.
En Zaragoza, donde tanto se le admiraba alcanzó grandes éxitos. En 1892, como director de su propia compañía de zarzuela, estuvo trabajando en el Teatro Pignatelli desde el 16 de septiembre hasta el 20 de octubre, coincidiendo en parte con las fiestas del Pilar. Entre las obras estrenadas para la ocasión en esta ciudad, se cita La hija del Barba, que fue muy aplaudida. El cronista comentaba que la música era gemela a las de ¡Olé Sevilla!, Niña Pancha, El tambor mayor, Rondó final y otras, todas ellas compuestas por el propio Romea. No fueron las únicas; figurando en unas como libretista y en otras como compositor, se cuentan treinta y nueve obras musicales. Además de las citadas, entre otras están De Cádiz al puerto, El padrino de El Nene, El señor Joaquín y La Tempranica, algunas de las cuales alcanzaron en su día numerosísimas representaciones. También fue autor de la traducción y adaptación de algunas obras teatrales francesas, puestas en España con los títulos de Entre dos yernos, Un amigo íntimo o Un marido a picos pardos, por ejemplo.
Según relata un testigo del hecho y como muestra de su capacidad como hombre de teatro, con motivo del estreno en San Sebastíán, a primeros de septiembre de 1892, de La hija del Barba, de la que era autor del texto y la música, así como director de escena e intérprete en uno de los papeles cómicos, un amigo le sugirió que también podría pintar los escenarios. Así lo hizo, transformándose también en escenógrafo.
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